lunes, 19 de diciembre de 2016

Vivir como un cura ya no es lo que era

La rutina de un sacerdote rural con 15 parroquias es frenética

El cura Teo Nieto. 
“Vivo en un Opel Astra”, dice Teo Nieto, cura rural. Nieto lleva 15 parroquias él solo en la comarca de Aliste (Zamora). Es el sacerdote con más iglesias a su cargo en toda la diócesis. Su Opel Astra lleva 154.922 kilómetros en 3 años y 18 días. Son 138 kilómetros diarios de media. Nieto hace seis misas los fines de semana -dos el sábado y cuatro el domingo- más otra media docena entre semana. Suman al menos 624 misas al año para sus 1.300 parroquianos. “Hago más”, dice Nieto.

Nieto no es solo cura rural, también es el profesor de Religión del instituto en la cabeza de comarca, Alcañices. Tiene 17 horas lectivas a la semana, como algunos de los otros maestros. La diferencia es que Nieto por la tarde trabaja y los fines de semana no descansa. En una semana normal, no tiene ningún día libre: “Me tomaré unos días para desconectar entre el 27 y el 31 de diciembre y luego ya para Carnaval”, dice. “Siempre que no haya un entierro”, avisa. Nieto claramente no vive como un cura, según el dicho.
Esta tendencia al pluriempleo y a administrar varias parroquias no es única de Zamora. En el resto de diócesis del centro de España -Salamanca, Cuenca, Segovia, Burgos o Ciudad Rodrigo, por ejemplo-, los curas rurales reparten su jornada entre varias iglesias. La media suele ser aún menos de 10 pueblos por cura y a menudo compartidos entre dos sacerdotes, pero si las vocaciones no dan un vuelco, la tendencia crecerá. En esta zona de España es sobre todo la despoblación española la que fuerza a muchos curas a vivir en la carretera.
 
Una de las tareas del cura rural es llevar la comunión hasta las casas de ancianas que no pueden ir hasta la iglesia.

Desde 2012, Nieto ha bautizado a 10 niños que viven en sus pueblos y ha enterrado a 231 personas. También bautizó a otros 56 bebés, pero son hijos de familias que emigraron y vuelven al pueblo de vez en cuando. Con los ancianos también hay alguno que vivió sus últimos años en casa de sus hijos en la ciudad. En estos últimos cinco años, ha oficiado solo tres matrimonios de gente que se ha quedado a vivir en sus pueblos.
En España crece la secularización: en el 2000, 7 de cada 10 matrimonios eran en la Iglesia; en 2015, solo 3. Los bautizos también descienden más rápido que la natalidad. En 2013 hubo un 21% menos de bautizos que en 2005, según la Conferencia Episcopal, que es una caída superior a la natalidad. Pero, al contrario que en las ciudades, la secularización no es el problema principal de Zamora, sino la despoblación: en los próximos 15 años, Castilla y León perderá un 10,7% de sus habitantes y será, junto a Asturias, la comunidad cuya población bajará más, según una proyección del INE. Entre 2010 y 2015, los municipios de Castilla y León de menos de 100 habitantes no han dejado de aumentar (de 542 a 648), según el padrón continuo del INE. Y en 2012 había más castellanoleoneses de 75 a 85 años (252.124) que de 0 a 10 (210.012), según datos de la Junta.
En el Instituto de Alcañices donde Nieto da clase había 300 jóvenes hace 15 años. Hoy quedan 136. Más de 20 de sus 27 profesores vienen cada día desde Zamora. No es que el instituto esté abandonado. Está a la última: Nieto hace un examen con una pizarra digital y recoge las respuestas con el móvil mientras los niños le enseñan una tarjeta con la respuesta.
Nieto cobra su sueldo como profesor de la Junta y, como es más dinero que otros sacerdotes, da un porcentaje estipulado a la diócesis. El obispado solo le paga un fijo por gasolina y le ayuda a comprar el coche con un crédito sin intereses en los dos primeros años. La casa donde vive es parroquial, pero el inquilino asume los gastos.
Tiene pinta de un Joaquín Sabina rural y conserva una media melena ochentera como Serrat o Camilo Sesto en la época. Ahora es canosa, como la barba. “Nunca me la he quitado”, dice. Cuando llegó a Aliste, fue de visita a una residencia de ancianos. Una mujer, cuando lo vio, dijo: “Tan joven y ya pidiendo un bocadillo”. Nieto nació en 1969 y su aspecto es de joven de la Transición: “Y eso que antes vestía más desharrapado”, dice. Nieto suma a su aspecto el pañuelo en el cuello y media docena de pulseras de cuero y tela. No solo es la imagen. En su habitación, detrás de la puerta, tiene un póster del Che.

La sotana aleja

Nunca va con sotana: “No tengo, ni tampoco clergyman”, dice. La sotana es un uniforme que aleja y distingue, y Nieto vigila los detalles que le separan de su comunidad. En su casa recibe las visitas en la mesa camilla de la cocina, con el brasero, no en su despacho: “La mesa y la silla dan impresión de autoridad y no vivo en una Iglesia en la que haya que separar clero de laicos”, dice.
Nieto es un cura enrollado. En la fiesta de Santa Lucía en Grisuela, da el sermón en el pasillo de la Iglesia y pregunta a los fieles por qué creen que la imagen de la santa tiene cuatro ojos, dos en su cavidad y dos en un platillo. (Es por su martirio.) Sus fieles no son exactamente modernos: por tradición se sientan las mujeres delante y los hombres detrás. Hay aún tres abuelas con el pañuelo negro. Pero Nieto cuida cada detalle. Si hay mayoría de mujeres, se refiere a la congregación en femenino: “Que la paz esté siempre con vosotras”.
La jovialidad de Nieto no es para hacerse el simpático -que también-, sino porque cree que es como debe ser su labor como sacerdote: “Mi tarea no es solo hacer misa, sino animar, dar formación, transmitir esperanza”, dice. La liturgia es solo una parte de su labor.
Su visión del mundo rural es poco previsible. En la Iglesia también puede hacerse carrera y los pueblos son el destino más humilde. Nieto le ha pedido al obispo que si le cambia de trabajo le mande a otros pueblos. “¿Pero no te van a traer a Zamora?”, le preguntan a veces por la calle. La ciudad es subir de escalón, pero Nieto ha optado por el campo.
Nieto conoce a todos sus parroquianos. “Aunque soy malo para los nombres”, dice. En la misa en Grisuela, por ejemplo, advirtió que tenía a dos “intrusos” de San Vitero. Nieto lleva 20 años en estos pueblos. Antes tenía algunos menos y los compartía con otro sacerdote. Ahora solo le ayuda una monja, Avelina. Entre los dos cubren cada fin de semana las misas de 12 de los 15 pueblos. Nieto deja siempre la homilía escrita y hostias consagradas para que Avelina o la laica que llevan la celebración puedan dar la comunión.
El cura Teo Nieto no se queja de su trabajo. “Todo depende de los ojos con qué se mire -le dice a su congregación en misa-, igual que si preguntas quién ha jugado mejor después de un Barça-Madrid”. Hay menos fieles en cada parroquia, pero los pueblos tardan mucho en desaparecer. Siempre que queda un grupo el cura debe ir. El pueblo más pequeño de Nieto es Tolilla y tiene 9 habitantes. A Nieto no le supone un problema: “Yo estoy a su servicio”, dice. Mientras haya un parroquiano, tendrá a su cura.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Ramón Chao: "Sari salvou ao meu irmán"

A Voz de Vilalba

Ramón Chao Rego (Vilalba, 1935) lembra a figura do seu irmán Xosé, desde a súa infancia na capital da Terra Cha, pasando pola difícil etapa en Ferrol nos estertores do franquismo e, finalmente, o afianzamento do seu compromiso coa nosa terra, trala publicación de Eu renazo galego.
Moncho Paz
- Cando Pepe marcha ao seminario de Mondoñedo e logo faise crego, prodúcese un fondo distanciamento entre vós.
- A nosa nenez foi moi doce. Durmiamos abrazados, e sempre estabamos xuntos xogando na rúa. Falabamos castelán, tamén na casa, e iso que o meu pai presumía de galeguista e republicano. De feito, nas tarxetas do hotel Chao poñía Vilalba (Galiza) e non España. A estadía de Pepe en Mondoñedo separounos, en moitos aspectos.
- O voso pai, anticlerical, intentou que Pepe non fose consagrado.
- Así o contou Pepe nalgunha entrevista. Os meus pais e máis eu fumos a Roma para asistir ao acto da súa ordenación sacerdotal. Correu o cargo do papa Pío XII, nas catacumbas de San Calixto. Eu tiña vinte anos e xa vivía en París; e gardo por algures unha foto na que estou chorando e bicándolle as mans. Ese día deume a comunión; foi a segunda e derradeira vez na miña vida. Naquela época non nos levabamos ben: o Pepe era moi conservador (o noso pai chamáballe Torquemada) e eu “compañeiro de ruta” dos comunistas. Estivemos alonxados unha ducia de anos, e retomamos a relación cando se convertiu nun home reivindicativo.
- Gabriel Pita da Veiga, o crego de Vilalba, tivo gran influencia en Pepe; pero tamén en Rouco Varela ou en Bernardo García Cendán.
- Queríaselle moito a don Gabriel na vila. A xente estaba dividida entre os seus partidarios e os de don Joseito, o coadxutor. A este último seguíanno as mulleres, pois era novo e ben prantado, e polo visto tiña tuberculose, o que lle engadía un certo morbo. Rouco para nós era Tucho, queriamolo moito por aquel entón; tiña un humor moi xovial e ía con frecuencia polo hotel Chao. A min non me parecía un rapaz con moita vocación, pero era traballador e perseverante. E Bernardo fora alumno de Pepe no seminario de Mondoñedo; cando o meu irmán viña a Paris, non se aloxaba na nosa casa, senon en Meudon co Bernardo, na parroquia de Rabelais, onde en 1551 o escritor francés bosquexou os seus personaxes Gargantúa, Pantagruel e outros. Naquel intre a parroquia estaba a cargo de André Aubry, terceiromundista que percorreu América Latina ata establecerse en Chiapas, onde creou o Instituto de Estudios Mayas, organismo básico para a actividade do Exército Zapatista. Bernardo fixo en Meudon unha gran amizade cunha monxa encantadora, que unha vez apareceu por Vilalba. Eu animábao moito para que se uniran, como o seu deus mandaba; pero iso non ocorriu nunca, lamentablemente.
- E como foi a vosa relación con Fraga, outro vilalbés?
- Cordial. Cando eu tocaba o piano de raparigo, Fraga viña pola casa a escoitar O lago de Como, de Gallas. Concedeume becas, para irme a Madrid e despois a Paris, sabendo que era fillo dun republicano e que a miña tendencia política tamén ía nesa liña. Viña a Paris e convidabanos a xantar  (á miña muller e a min), sen facer ningunha alusión sobre iso. En 1997 otorgoume o Premio Galicia de Comunicación, dotado cun millón de pesetas. Nunca fun da súa corda, e ben o sabía. Tampouco ignoraba que en Vilalba tiña dous opositores nos irmáns Chao; de feito, un acólito de Fraga pediulle unha vez a Pepe que, se non os votaba, alomenos non fixese propaganda contra eles.
- A etapa de Pepe en Santa Mariña do Vilar foi sorprendente, de xeito especial polo seu compromiso cos máis desfavorecidos.
- Aínda estabamos distanciados, tamén xeograficamente, pois eu residía en París. O ambiente que se respiraba en Ferrol naqueles anos era certamente duro, con enfrontamentos constantes entre os “grises” e o movemento obreiro, co cal moitos cregos amosaban a súa solidariedade, entre eles Pepe. Entereime cando o xulgaron e non o podía crer. Pepe sempre manifestou o seu desacordo co exceso de poder por parte dalgúns cregos; e predicaba co exemplo. Non quería cobrar nin polos bautizos nin por impartir os demais sacramentos. Botou dezasete anos en Santa Mariña e, ao pouco de morrer Franco, por fin deixou o ministerio sacerdotal.
- E regresou a Vilalba. Unha volta ás orixes. Que lembras daquel cambio radical que experimentou o teu irmán?
- Viámonos máis a miúdo, e tiñamos longas conversas; eu animeino a deixar todo o tinglado da Igrexa, pero seguía a ter a fe moi arraigada. Cando publiquei O lago de Como en 1983 deixei de frecuentar a vila, debido aos malentendidos que provocou o libro, e atopabámonos en Compostela e na casa de Bastavales. Por un xiro do destino, Pepe coñecera a Sari en Vilalba; a decisión de casar con ela supuxo un cambio radical no meu irmán, axudoulle a atopar o equilibrio vital. Sari traballaba nunha editorial e dedicábase á venda de libros de humanidades; e así chegou un día ata o lar da Chouzana, para ofrecerlle uns volumes da historia de Galiza. Coñecela foi a súa salvación. Foi na época na que Pepe estaba a organizar as romaxes, como a do Pedregal de Irimia –onde nace o Miño– e na que afianzou o seu compromiso galeguista, coa publicación de Eu renazo galego, que escribiu en Vilalba e que máis tarde completaría con Para comprendermos Galicia. Pensei que naquel intre deixaría a Igrexa para sempre, pero non foi así. Eu acababa de publicar Después de Franco, España na editorial Felmar e falei co editor para que fixesen o mesmo co libro do Pepe, La Iglesia en el franquismo. Tamén conseguín que colaborara na revista Triunfo, onde escribiu varios artigos. Cando Pepe se fixo profesor de galego, comezamos a entendernos na noso idioma, pois na nenez e mocidade empregabamos basicamente o castelán.
- A figura de Prisciliano foi unha reivindicación común.
- Pepe dedicoume o seu libro Prisciliano. Profeta contra o poder. A primeira vez que escoitamos falar del foi no hotel Chao. O noso pai invocaba a autoridade de Unamuno contra o mito de Santiago, cando o filósofo afirmaba que ningunha persoa culta, por moi católica que sexa, pode pensar que en Compostela están os restos do apóstolo. Desde entón, Prisciliano convertiuse para nós nunha figura familiar, pero mítica. Na actualidade estamos a promover a asociación Amigos de Prisciliano, que ten a Jean-Claude Carrière como presidente “herético” e conta con moitos apoios no mundo da cultura galega: Méndez Ferrín, Manolo Rivas, Alonso Montero, Magarita Ledo, Aurichu Pereira e Beiras, entre outros.
_____________________
Na fotografía, Ramón Chao con Ignacio Ramonet (ao fondo), Sari Quiñones e Pepe Chao.